Reunidos, entrelazamos la boca al juicio justo de la palabra que corta sobre disciplinas de lo distinto; manos se impulsan a un viaje como texto hacia el mundo: lo que somos nos recuerda lo que somos en el destino del lenguaje. El ensamble existe dentro de cada uno y con el otro, de modo que lo suelto que no termina de caer y deformarse, nos enseñe a pensar, porque, qué, si no la escritura, revela el silencio de lo escrito.