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poemas sociales, estela zanlungo

Enemigo

Con qué papel se imprimieron los libros
que leyó el hombre
que hoy se levanta armado delante de otro como él
de piel oscura como él
de madre que limpió baños como la suya
y zurció el guardapolvo
doblada en la cocina después de un día largo?

¿Se sentarían juntos esos dos
se pasarían papelitos con respuestas difíciles
se empujarían frente al bebedero
y saldrían del hombro,  hechos uno
con las bocas mojadas de gusto
transpirados y rojos, a formar?

En tardes como ésta
los dos van a a plaza,
uno lleva un cartel escrito a mano
y el otro un uniforme igual al de
los buenos a la hora de la leche.

A metros, nada más
alguien levanta la copa de champagne
 y con la boca llena dice cheers.
                                                       

  
Septiembre

El poema decía que el cambio de estación
entibiaría el aire.
Debe ser cierto, porque el gato de al lado
viene temprano
a chuparse un costado de luz en la esquina del patio.

Yo tengo tiempo para mirar al gato
que se lame la punta de la pata
y se da vuelta cada tanto
en este cuadradito de la ventana
que me revela cosas inasibles.

De ser verdad,
si el gato vuelve mañana
y reitera el ritual de estirarse
para que yo lo mire,
pronto estaré cambiando la lana en el
placard por vestidos floreados
y sandalias.

En Buenos Aires a estas horas
a uno también le dan ganas de asolearse
como si aquí  no hubiese sido necesario
salir a preguntar,
que digan qué le hicieron
 y todo fuese mudar a los estantes altos
ropa de abrigo,
como si se pudiese poner un pibe al sol
y revivirlo
y decirle a la madre aquí lo tiene, señora
aliméntelo bien
no estaba muerto:
sólo esperaba  que fuese primavera
para cruzar el río.




Bajo control

Se está incendiando el bosque.
                                              
En algún sitio hay humo, pero lejos;
aquí las mujeres llevan a sus hijos
de la mano,
esperan antes de cruzar,
y los miran perderse en el patio de la escuela.

Mi vecina baldea la vereda temprano;
deja correr el agua
como queriendo mantener a salvo
este rincón del universo.

Alguien se ríe fuerte en una radio,
todos se ríen fuerte,
se enciman de la risa de un modo desquiciado
para que no se escuche la estampida
de los que todavía creen que se puede escapar.

Porque se está incendiando el bosque
y sin embargo la mañana baja amarilla sobre estos fresnos
dibujada a pincel.

Ahora que llega el tren en llamas
hay que tener cuidado
y no dejarse confundir por el sonido familiar
que pita y pide paso
como si nada,
cada muerto concentrado en lo suyo.



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