El ruido Dicen que es tiempo y bueno de oír el son del cuerpo verdadero, de sentarse a mirar la calma chicha del atardecer. Pero ni chicha ni calma, me voy desoyendo las voces que señalan los caminos rectos. Desoigo también mis pequeñas rebeldías, les corto el pelo, las hago sonreír para la foto, y recién entonces me doy cuenta de su falta de naturalidad, de su coraza de piedra. Desoigo las caras del mundo, como andan todos, desoyéndose, gritándose en la nada mientras los murmullos se agitan dentro. Desoigo por último el silencio, por miedo a lo que las cosas sin palabras puedan decir. Reducción del daño Cuanto más largo el pelo, más densos los pensamientos, todo de un seco quebradizo. Los claveles del aire colgando largo me rozan el pelo, recuerdo. Pienso en llevarte un cactus pero ya es demasiado tarde. La habitación humedecida se hunde conmigo dentro (es decir, dentro una jauría hambrienta persiguiénd...