1
En la casa del sueño ya no hay nadie:
luz rasante de las siete
que le alisa los patios recién baldeados.
Un olor
a piel transpirada de los abuelos
me devuelve a la hora de la siesta.
Cuando digo no hay nadie
estoy diciendo
que no me abren.
2
El riesgo de saltar la zanja por el lugar más
ancho:
un hormigueo atraviesa la siesta
los ojos encallados
en la orilla contraria.
El jadeo parejo de la respiración
una pausa
en el esfuerzo del impulso.
Todo un despliegue de poder
para ése que me mira
desde enfrente.
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