Poema XIII
Casi busco el cuchillo. Ellos, en la otra habitación,
parpadeaban. La ceguera es inútil cuando el olfato apunta, cuando el silencio
es una bala que aturde en la noche, y estallan los vidrios. El aleteo de los
cuerpos ensordece. Revienta una polilla debajo de la almohada.
Ellos me invitaron a su fiesta. Pero la muerte con antifaz buscaba un cadáver en mi mano. Yo sólo era una gota de sangre, perdida. Y no podía permitir que cayera.
Poema XVII
Un solo animal cuida de mí, pero también enferma. Su respiración tiene un lugar al lado de mi aire. Soy salvaje como sus pupilas y él lame lo que escribo con las manos. Es decir, apareamos un solo secreto.
¿Qué haré con mi aullido y sus palabras, cuando enferme y muera y siga vivo?
Poema XXVII
El barro en el medio de la noche se derrama sobre los vasos que caen, sobre el perro moribundo, sobre una mancha. El niño no es un niño que da sombra. El hombre es una reja y grita.
Aluvión, cascada sobre el que viene a preguntar. El agua implora paciencia.
Las camisas de dormir navegan en los pozos y se deshilachan.


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