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la estación del sol oblicuo, estela zanlungo


1
Hecha un nudo en el vientre de mamá,
la cabeza atascada,
ya  presentía lo esencial
de estar sola.

Ahora, un látigo atraviesa la curva
de la espalda.
La lucha, cuerpo a cuerpo,
La imagen puede contener: una persona, sonriendo, sombrero, primer plano y exteriorse parece a las siestas del amor.
El final de la noche
se adhiere a los postigos
dos vértebras abajo de la mañana
que no llega.

Yo alucino con moras
que arranco de los árboles
para hacer dulce,
y con un pueblo sacudiendo sus
miguitas de pan
sobre la costa amalfitana.

Aquí, el silencio de  la casa
carga el aire de ruidos irritantes
como una radio que
sintoniza mal.
Y nadie
que pregunte querés un té.


Un escozor
bajo los pliegues de la pollerita;
los perros malos de la calle,
brilla ese ojo directo a la garganta,
el sol haciendo foco en el colmillo
lento como una calesita.

De pupila a pupila nos enlazamos;
él nota ese temblor
de flor que se desgaja en mi rodilla,
yo  percibo la espuma de 
su aliento antes de arquearse.

La sangre sube hasta la sien,
intuyo el chorro de agua
en la cocina tras 
la puerta entreabierta.

Correr,
correr,
como una estatua hacia el
olor del delantal de
mami.

Una imagen remota:
la pared tibia,
inasible,
la luz oblicua de las cuatro
a la tarde.

Yo me sacaba los zapatos,
los soquetes,
una cosquilla subía hasta la panza
por las rodillas sucias.

Pequeña,
ensimismada,
jugando a darme besos
con el sol.


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