1
Hecha un nudo en el vientre de mamá,
la cabeza atascada,
ya
presentía lo esencial
de estar sola.
Ahora, un látigo atraviesa la curva
de la espalda.
La lucha, cuerpo a cuerpo,
El final de la noche
se adhiere a los postigos
dos vértebras abajo de la mañana
que no llega.
Yo alucino con moras
que arranco de los árboles
para hacer dulce,
y con un pueblo sacudiendo sus
miguitas de pan
sobre la costa amalfitana.
Aquí, el silencio de la casa
carga el aire de ruidos irritantes
como una radio que
sintoniza mal.
Y nadie
que pregunte querés un té.
2
Un escozor
bajo los pliegues
de la pollerita;
los perros malos
de la calle,
brilla ese ojo
directo a la garganta,
el sol haciendo
foco en el colmillo
lento como una
calesita.
De pupila a
pupila nos enlazamos;
él nota ese
temblor
de flor que se
desgaja en mi rodilla,
yo percibo la espuma de
su aliento antes
de arquearse.
La sangre sube
hasta la sien,
intuyo el chorro
de agua
en la cocina
tras
la puerta
entreabierta.
Correr,
correr,
como una estatua
hacia el
olor del delantal
de
mami.
3
Una imagen
remota:
la pared tibia,
inasible,
la luz oblicua de
las cuatro
a la tarde.
Yo me sacaba los
zapatos,
los soquetes,
una cosquilla
subía hasta la panza
por las rodillas
sucias.
Pequeña,
ensimismada,
jugando a darme
besos
con el sol.
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